Pensamientos propios

 El comercio

    Se han terminado las vacaciones de Navidad, hemos empaquetado de nuevo los adornos del árbol y los hemos guardado en cajas al fondo de las más vieja de las estanterías. Algunas tiendas especializadas a las que poco les importan las rebajas, ni tan siquiera han tenido tiempo de quitarles las bolas a los árboles navideños y ya han puesto a la venta artilugios de carnaval. Todavía degustamos los últimos trocitos de turrón o vamos a descongelar los canalones que sobraron de la comida de Navidad, y ya los anuncios televisivos y las grandes vallas publicitarias de las calles, nos están tentando con la nueva ropa de primavera. El comercio es una muestra evidente de la rapidez con que pasa el tiempo. Yo no entiendo a qué viene tanta prisa. De algún modo, el comercio nos marca sistemáticamente, obsesivamente, compulsivamente el paso del tiempo: mientras estamos saboreando uno de los primeros y enormes helados veraniegos, ya nos anuncian “el otoño está aquí“. 

    ¿Qué dirían los clásicos que nos invitaban a disfrutar del presente de este torbellino hacia el futuro?

 

Semana blanca

    El anterior gobierno de Cataluña decidió que quería parecerse al máximo a Francia en el sistema educativo, por esto crearon la semana blanca, unos días de vacaciones a finales de febrero para que el segundo trimestre no fuera tan largo. En Francia, por esta época, casi todas las familias se van a esquiar, por esto hacen esta semana de fiesta, porque allí hace más frío que aquí y, sobre todo, hay más nieve. En mi opinión, la semana blanca es un pérdida de tiempo y una desconexión con el instituto innecesaria. Pienso que no se debe partir un trimestre de ese modo pues nos resulta difícil volver a retomar el ritmo del curso. No entiendo la justificación de los políticos para esta semana de vacaciones que lo único que hace es empeorar el curso escolar. Yo prefiero mucho más las vacaciones tradicionales, más vacaciones por verano y por Navidad.

 

 

Ser maestro

 

Un maestro, ¿lo es por qué tiene conocimientos sobre el tema que está enseñando o lo es por qué los otros lo perciben como tal? Hago esta reflexión porque a mí me pidieron ser maestro de clarinete. El miércoles día nueve de febrero, toqué en un concierto en “L’Ateneu de Banyoles” y tuve el placer de poder tocar la magnífica música de “The Schindler’s list”, de John Williams. Es una música muy tranquila y a la vez muy triste y profunda. Yo toqué bastante al final y después escuché la pieza de un amigo mío que lo hizo muy y muy bien. Cuando terminó el concierto, mi padre y yo ya nos estábamos marchando hacia el coche cuando el padre de mi amigo se nos acercó. Me felicitó porque lo había hecho muy bien y habló del error que había cometido su hijo (su hijo se había perdido y tuvo las agallas de pararla pieza y volver a empezar). Después, nos dijo que por Navidad le habían regalado un clarinete y me hizo preguntas acerca de este instrumento: las notas, cuántas octavas hay… hasta que dijo: “y estoy buscando un maestro”… Y me miró a mí, sonriendo. Cuando ya llegábamos a nuestro coche, se despidió y se marchó.

Efectivamente, un maestro debe ser alguien profesional, con estudios y experiencia, yo solamente soy un estudiante que aprendo de alguien profesional y que sabe lo que hace, o al menos es lo que creo yo. Lo máximo que podría hacer yo con el alumno que se me ha presentado, es intentar imitar a mi maestro con lo que hizo él conmigo, los libros para pequeños, tocar cosas fáciles… Pero esto no quiere decir que no tenga que tener estudios y ser un profesional para poder enseñar bien una cosa.

 

 

 

CUENTO

¿Por qué cuando las campanas tocan medianoche, todo se vuelve normal, excepto el zapato de Cenicienta? Una de las explicaciones que mucha gente ha dado, es que como que lo ha perdido y no el calzado no está con ella, el efecto de la fada desaparece. Pero la carroza tampoco está con ella y se vuelve una calabaza de nuevo, y los caballos unos ratones. Aunque yo también pensé eso al principio, después de rumiármelo un poco pensé en el príncipe. El príncipe necesitaba tener a su princesa, así que si el escritor hacia volver el zapato a su normalidad, el príncipe se podría casar con una de las hermanastras y eso a los niños no les gusta. Los pequeños quieren un final feliz. E aquí la razón por la cual el zapato continúa siendo de cristal cuando es medianoche.